En tiempo de halcones y la verdadera historia de la Revolucion irmandina 1

Siempre me fascinaron las utopías. Peor todavía, siempre me sedujeron los intentos de convertirlas en realidad, eso que llamamos revoluciones. Es como si en mi cerebro se escondiera un imán que atrae cuanta historia de soñadores, utópicos y rebeldes se le cruce por delante. Por eso me atrapó, en su día, la alucinación del Reino Mesiánico de Münster, en Alemania, una utopía devenida en pesadilla que novela La cruz de ceniza.

Por eso me propuse narrar la historia de la revolución irmandiña de 1467, que perdura en el imaginario colectivo de los gallegos (y de nadie más, por desgracia, porque resulta completamente desconocida más allá de nuestras fronteras) como la Gran Revolución, así, con mayúsculas, como la rebelión por excelencia del pueblo contra los poderosos. Y con mucha razón, pues se trata de la primera revolución burguesa y campesina de la historia moderna europea, trescientos años antes de la Revolución Francesa.

Pero, ¿cómo se originó, por qué estalló en un territorio tan periférico como Galicia?

 

Pico y ojo de halcón

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Desde el siglo XII, cuando las cosas andaban muy mal, cuando los abusos de los poderosos se hacían insoportables y la vida se volvía imposible, los menudos (los burgueses, los campesinos, los siervos) pedían al rey la constitución de una hermandad, una suerte de milicia formada por alcaldes, capitanes, cuadrilleros y procuradores, cada uno con sus funciones, elegidos entre todos y, lo más importante, a la que todos tenían que someterse, incluso los nobles, so pena de muerte por asaetamiento. En realidad la hermandad era una anomalía consentida, una subversión del orden social establecido que el rey solo aceptaba cuando no le quedaba otro remedio: cuando él mismo necesitaba aplacar a unos nobles demasiado poderosos y desmadrados. En cierta forma, una hermandad era el reconocimiento explícito del fracaso del rey a la hora de imponer la paz.

Desde el siglo XII, cuando las cosas andaban muy mal, cuando los abusos de los poderosos se hacían insoportables y la vida se volvía imposible, los menudos (los burgueses, los campesinos, los siervos) pedían al rey la constitución de una hermandad.

Existieron hermandades desde muy antiguo, en Asturias en 1115, en Santiago de Compostela en 1117, en León, en Sahagún... Algunas eran locales, otras abarcaban extensos territorios. Unas duraban unos meses, otras existían durante décadas. Sin embargo, por alcance y trascendencia, la hermandad gallega de 1467 fue diferente de todas las anteriores, hasta el punto de convertirse en la primera revolución burguesa y campesina de la historia moderna.

Para entender por qué estalló es necesario retroceder hasta la guerra civil que se produjo en el siglo XIV entre Pedro I de Castilla y Enrique de Trastámara. En ella, las principales casas nobles gallegas apoyaron, como siempre, al bando perdedor, que en este caso era también el legítimo. Cuando Enrique de Trastámara subió al trono era muy consciente de lo poco que le queríamos por estos lares, así que no se anduvo con paños calientes: acabó con los nobles enemigos, en especial con los Castro, los más poderosos de Galicia, e impuso una nueva nobleza, venida de fuera, que le era fiel. Este hecho supuso la completa desestructuración de la sociedad tradicional gallega.

Lo primero que hicieron los recién llegados fue tratar de consolidar sus nuevos dominios, asentarse en ellos, a codazos si era necesario. El problema es que los codazos de los nobles son asaltos a torres enemigas, robos, destrucción de poblados, asonadas y violencias sobre los vasallos del vecino. Como consecuencia, los siglos XIV y XV fueron uno de los períodos más brutales de la historia de Galicia, una época de abusos, desafueros y salvajadas sin cuento. Solo por dar un dato, los propios señores contrataban bandas de forajidos para que asaltaran a los comerciantes (lo que, de paso, provocaba que subieran los precios debido a la escasez) o, como los famosos Esquerdos en Betanzos, para que secuestrasen a mujeres rubias y de ojos azules, muy demandadas por los mawlas de Granada. Sí, se las vendían a buen precio.

Este es el contexto en el que se produjo la revolución irmandiña, la Santa Irmandade do Reino de Galicia. De repente, en la primavera de 1457, campesinos, burgueses y siervos se levantaron en armas contra una nobleza felona y brutal. La indignación estalló en toda Galicia, desde Ribadeo hasta A Guarda. Se formaron ejércitos de villanos para enfrentarse a los nobles. Antes de que nadie pudiera reaccionar, las fortalezas comenzaron a ser derribadas: Rocha Forte en Santiago, Soutomaior, Ribadavia, LemosPontedeume, Sobroso... Solo resistió Pambre, en Lugo. Los nobles huyeron, se refugiaron en monasterios, se disfrazaron, se escondieron en chozas de campesinos fieles, escaparon a Castilla, a Portugal. Los todopoderosos halcones escaparon.

Los gorriones volaban tras los halcones. De repente, un mercader cargado de oro podía viajar de un extremo a otro, desde el Bierzo hasta Coruña, sin que nada le sucediera. Por el camino, los forajidos colgaban ahorcados de los robles y los cuadrilleros vigilaban el orden. El comercio se recuperó, el alimento volvió a fluir, bajaron los precios, se recuperó el orden y la paz mientras, no lo olvidemos, Castilla se enfangaba en una guerra civil entre el rey Enrique y los partidarios del infante Alfonso, el hermano de la que después será Isabel de Castilla. La Gran Revolución Irmandiña triunfó. Rotunda, completamente. Hasta que los nobles huidos consiguieron recuperar el resuello, reorganizarse y contraatacar.

De repente, un mercader cargado de oro podía viajar de un extremo a otro, desde el Bierzo hasta Coruña, sin que nada le sucediera. Por el camino, los forajidos colgaban ahorcados de los robles y los cuadrilleros vigilaban el orden.

Esta es la historia que me fascinó, la que quería contar. Y, sin embargo, terminé escribiendo algo muy diferente. En tiempo de halcones, como sabréis los que ya la habéis leído, no trata sobre la revolución irmandiña de 1467, sino de una hermandad inmediatamente anterior, la que se creó en Santiago de Compostela en 1458, cuando burgueses, menestrales y nobles se alzaron contra su señor, el arzobispo don Rodrigo de Luna. ¿Qué pasó por el medio, qué me hizo cambiar de objetivo? Lo que sucedió fue que mientras me documentaba me di cuenta de que algo fallaba. De que había cosas extrañas en toda la historia de la Irmandade, detalles que no cuadraban o, mejor dicho, que parecían metidos a calzador. Pero eso, si me lo permitís, os lo cuento en la siguiente entrada, que esta ya se alarga más de la cuenta...

 

«En tiempo de halcones» y la verdadera historia de la revolución irmandiña (2)

 

 

 

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